El estrés se ha conceptualizado desde los años 60 como una experiencia cuya exigencia es excesiva con relación a los recursos de la persona.
¿Qué es el estrés?
- Es una sobrecarga contra el cuerpo y la combinación de algunos síntomas como angustia, ansiedad y somatización de presiones psicológicas.
- Existe un tipo de estrés que todos experimentamos, el cual pone en alerta todos nuestros sentidos para actuar, entender y decidir sobre ciertas situaciones.
- También existe una variante del estrés a la cual se le llama distrés, que es una experiencia no placentera, angustiante y en ocasiones paralizante.
El estrés en niveles elevados no permite el buen funcionamiento del ser humano y obstruye la capacidad de gozo.
Por desgracia, el mundo acelerado y consumista en el que vivimos dicta en términos generales que se necesitan medicamentos para tratar todas las patologías -en este caso incluyendo el estrés-, de tal manera que se dejan de lado otras formas de combatirlo, como la reflexión.
A menudo el estrés se hace sentir de manera física, sin embargo, hay que destacar que no es una enfermedad o una condición permanente, aunque para quien lo experimenta ¡es muy real! y puede hacer que su vida sea bastante difícil.
El estrés, en niveles que no permiten un buen funcionamiento y obturan la capacidad de gozar, es un síntoma que alberga una significación aprendida e inconsciente.
Cuando aparecen nuevos criterios diagnósticos y enfermedades mentales, el sujeto se ve forzado a entender sus síntomas con ese nombre (en ocasiones patológico) para darle un sentido, poder lidiar con él aunque tenga el costo de una enfermedad y una idea de estar enfermo. El mundo de hoy, exprés y consumista, dicta en términos generales que se necesitan medicamentos eligiendo el camino fácil y omitiendo la reflexión y la construcción de las propias herramientas subjetivas.
Al encontrar un nombre que viene del otro que le da sentido a su experiencia, el sujeto tiene la ganancia de no sentirse implicado en su síntoma, en la contradicción interna, resultando en lo que le estresa y por lo tanto no asume una responsabilidad hacia el mismo.
De esta manera, ese sin sentido -que incluso abunda entre la familia pudiendo cubrir algo doloroso- ya tiene un nombre y se puede seguir viviendo un ambiente estresante o angustiante con un sentido aceptable y comprensible para la mayoría.
¿Dónde queda entonces la palabra?
En ausencia de palabra hay señales en el cuerpo a manera de síntomas o de dificultades para enfrentar los retos de la vida. Para el psicoanálisis lo llamado patológico no es un estado de enfermedad ni que perdurará para siempre, si no una forma de desplazar el sinsentido al cuerpo, adquiriendo entonces una significación tolerable para el sujeto.
Una categoría diagnostica que omite la singularidad y un medicamento que promete soluciones.
Y la comprensión del propio deseo, ¿en qué lugar queda? Pero, ¿es el otro el dueño de mi verdad? Entonces: ¿es posible que una misma gama de medicamentos curen las diferentes formas de subjetivización?
El psicoanálisis es el arte de lo individual, por lo que los medicamentos quitarán los síntomas tan conocidos por todos como estrés. Aunque el reflexionar y analizar las situaciones va más allá de un síntoma: va hacia un lugar donde el sujeto pueda de-construir sus significantes o las ideas que no le permiten ser feliz, y por lo tanto re construir unas nuevas y favorables para sí mismo y, como consecuencia, para los que le rodean.
El estrés en la familia es una presión disruptiva o que modifica el sistema familiar. El estrés en la familia reduce la armonía y los recursos en tanto solución de problemas colectivos.
Un evento estresante interactúa con los recursos familiares.
Un grupo de gente, en este caso la familia, no puede experimentar el estrés de la misma manera que un individuo. Existen diferencias cualitativas que requieren diferentes niveles de análisis y diferentes estrategias de intervención.
Bajo la idea de que las palabras construyen la realidad del sujeto, es posible que éste sea capaz de construirse sus propias significaciones y por lo tanto tener más herramientas para enfrentar los acontecimientos estresantes, utilizándolas en virtud del poder desear y gozar.
Es la inexistencia de sentido, el no-análisis en el sujeto, lo que da paso no sólo a las prescripciones farmacológicas actuales sin mesura sino también a las conductas y padecimientos ligadas al sufrimiento psíquico.
Podemos decir, entonces, que un cierto grado de estrés nos permite enfrentar situaciones nuevas, crear, solucionar problemas, incidir en la situación favorablemente; por el contrario, el distrés lleva al sujeto a situaciones donde los mecanismos de defensa psíquicos y adaptativos entran en juego. Uno de los mecanismos de defensa psíquicos es la representación en el cuerpo de lo que no puede ser entendido, las llamadas enfermedades psicosomáticas.
A los trastornos psicosomáticos, más allá de considerarlos como enfermedades, son mecanismos de adaptación erráticos que pese al sufrimiento son situaciones más llevaderas para el sujeto.
El estrés no necesariamente deriva de una situación traumática, sino de un cúmulo de situaciones donde el sujeto se queda sin sentido, cuyos efectos recaen sobre el aparato psíquico y sobre el cuerpo.
Cuando no hay dique (aunque sean muchas las construcciones eficaces en análisis), el peso de lo traumático es aplastante e inversamente proporcional a la debilidad del ser humano. Lo que queda sin “ligadura” desvanece al sujeto. Terreno más que fértil para la manipulación de la memoria por aquellos representantes de la ciencia que buscan lograr la mitigación o la eliminación de lo traumático.
Ahí es donde el psicoanálisis, ocupado de la subjetividad, permite descubrir esos sentidos y efectos particulares de lo que se padece, y no solamente el “cómo me quito esto que me molesta”. Lo que queda claro es que en el caso del estrés el problema de su tratamiento no consiste en cuál es el mejor medicamento que se debe tomar, qué debo comer, qué debo ingerir, qué comprar o qué hacer para des-estresarse, sino dejar de hacer… hacer nada.
La familia se funda en el terreno del amor y en el deseo causado por una falta; es el lugar de contención de los hijos y de transmisión de ideales y de la ley que normativiza. Los padres son el lugar de amparo y alojamiento del niño, que hará un sujeto responsable de su división subjetiva si dicho alojamiento está facilitado desde el inicio.
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