Las redes sociales han cambiado radicalmente la forma de comunicarnos e interactuar con los demás. A nivel personal podemos compartir fotos, videos y comentarios con familiares y amigos desde cualquier lugar y en cualquier momento. A nivel profesional las redes sociales se han convertido en una eficaz herramienta para potenciar nuestras empresas o proyectos. Mediante las mismas podemos dar a conocer de una forma más directa nuestro producto y nos permite interaccionar con nuestros clientes, actuales o futuros.
Pero como en todos los ámbitos de la vida, cualquier conducta se puede llegar a convertir en adictiva, y el uso de las redes sociales no es ajeno a este problema. Cada vez son más personas las que acuden a terapia para solucionar su problema de adicción a Internet y a las redes sociales porque se dan cuenta de que han perdido el control respecto a ellas. Son muchos los adolescentes que acuden a consulta (por ser más vulnerables a las conductas adictivas), pero también se está incrementado el número de personas adultas que están mostrando esas mismas conductas adictivas a las redes sociales.
Se trata de personas que muestran un progresivo desinterés por el mundo «real» y que focalizan su tiempo, esfuerzo e intereses, en su mundo «virtual». Pasan demasiado tiempo enganchados a las redes sociales y eso les hace parecer ante los que les rodean personas ausentes, distraídas y desinteresadas por lo que les ocurre alrededor. Han empezado a descuidar sus relaciones cara a cara porque ya no les interesan tanto como sus relaciones virtuales. Su círculo de amistades principal está en la red de «amigos» que tienen en su perfil de Facebook o Twitter, a los que dedican más tiempo que a los que tienen en su vida real. Esto ocasiona una falta de habilidades sociales cuando se producen las interacciones cara a cara. Tienen dificultad en apagar el móvil o la tablet cuando están con amigos o familiares, e incluso se sienten frustrados y enfadados cuando se interrumpe la conexión a Internet. Su rendimiento académico, o laboral, se puede ver también afectado. La adicción a las redes sociales y a Internet puede ocasionar también problemas de pareja, o familiares.
Ante esta situación, la mejor receta es el uso de la moderación y del sentido común, como en cualquier aspecto de nuestra vida. No podemos, prescindir de Internet y de las redes sociales, pero sí podemos moderar nuestro tiempo de conexión, y así potenciar otros aspectos de nuestra vida, en concreto, nuestras relaciones sociales tradicionales, «las de cara a cara». Para esto viene bien realizar actividades que nos pongan en contacto con otras personas que tengan nuestros mismos —o parecidos— intereses y aficiones; esto nos ayudará a enriquecer nuestra vida y, además, aumentará nuestra autoestima. Otra cuestión importante es dar más importancia al «aquí» y al «ahora»; esto significa saber disfrutar del momento plenamente (por ejemplo, disfrutar de una reunión con amigos sin estar viendo el móvil, o de un placentero paseo por el campo aunque estemos fuera de cobertura), sin tener la necesidad de publicar en las redes sociales lo que estamos haciendo. Para disfrutar de lo que hacemos, debemos abandonar la costumbre de tener la necesidad de colgar en las redes sociales cada cosa que hacemos o pensamos.
Es importante reivindicar más sentido común en el uso que se hace de las redes sociales por parte de los adultos, y una mejor pedagogía por parte de éstos hacia los adolescentes y a los niños en el uso de estas herramientas. Sirvamos de ejemplo a nuestros hijos en el uso responsable de las nuevas tecnologías. No olvidemos que ellos nos imitan en todo.
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